martes, 2 de junio de 2020

Travestismo como arte. Rosalina Perales


El travestismo como arte:

entrevista comentada a Luis Felipe Díaz-Lizza Fernanda





Dra. Rosalina Perales
Universidad de Río Piedras, Puerto Rico


Hace unos meses tuve una conversación-entrevista con el Profesor, amigo, colega de la Universidad de Puerto Rico, Luis Felipe Díaz. Este doctor en Filosofía y Letras, catedrático de Estudios Hispánicos del Recinto de Río Piedras, es especialista en estudios del Postodernismo en la literatura y autor de ocho libros. Díaz lleva muchos años llamando la atención de la comunidad universitaria y del pueblo de Río Piedras, donde ésta se ubica, por sus atrevimientos públicos en la exposición de sus preferencias y transformaciones sexuales. Ambos disfrutamos esta charla que ahora quiero compartir.

 *

Comenzamos diferenciando los términos relacionados con el travestismo y luego abundamos en su historia dentro de este mundo poco conocido. El travestismo, aduce Lizza, es una categoría que encuadra dentro del crossdressing. Se expresa en diferentes manifestaciones, la más sencilla cuando un heterosexual se coloca ropa de mujer para parodiarse. “Las mujeres también lo realizan. Se masculinizan para divertirse entre ellas”. El transformismo, en cambio, emerge cuando un hombre gay, con clara apariencia de varón, se transforma de hombre en mujer, para incursionar en el escenario e imitar alguna artista famosa. Afirma Díaz cómo ese proceder tiene que ver con teatro, pero que dónde se entiende más claramente es en la subcultura de varón gay. “Sólo ellos conocen ese ambiente”. Menciona otra categorización del travestismo, el andrógino o de sexualidad indefinida, para lo cual nos da como ejemplo alfamoso astrólogo puertorriqueño Walter Mercado (1). De él dice que “se ve totalmente como travesti, sobre todo, en el vestuario”. Tal proceder no lo hace necesariamente gay. hay que diferenciar entre travestismo de género y la sexualidad.
Según él(ella), a veces la gente de teatro no entiende el arte del travestismo. Afirma que “Es un female impersonator es quien se aprende la música del artista. Hay que doblarla (lip sinc) en su performatividad. Algunos tienen el talento para intuitivamente captar la semiótica de los gestos, miradas, bailes, piernas, cuerpo”. Los travestis [más] capaces y talentosos acuden al deseo de verse comopage2image4976 una mujer y entran al escenario a imitarla. Pero el público acepta a esos transformistas según sus capacidades. El travesti serio “tiene que tener nociones de la respiración vocal para imitar el tipo de garganta que maneja una mujer cantante, aunque no sea igual a ella en el ejercicio. Ocurre con Patti La Belle y Whitney Houston [que es parte de lo que él ha hecho por mucho tiempo]. Hay que animarse y alcanzar esas notas como una mujer, lo que no es tan fácil para quien posee garganta de hombre”.

Continúa diciendo que hay además, travestismo de transgénero, al que pertenecen los que han pasado las etapas anteriores y quieren verse más como una mujer en un sentido más amplio pleno. Los que vemos los resultados del trabajo de los travestis quedamos impresionados de la belleza femenil que se crea en la mayor parte de los casos, le comento. Algunas mujeres pueden mostrarse celosas de este desarrollo. A la pregunta de “¿cómo se logra?”, nos responde que “a algunos se les hace más fácil. A mí no”. Tuvo que crear un cuerpo y una cara porque originalmente no lucía femenino. Lo logra a través de la ciencia médica, con inoculación de células madre y otras intervenciones. Le colocan grasa en las nalgas y en las caderas. Le cambian la piel de la cara, su forma, sus gestos. Los transgéneros, entonces, son los que se han intervenido médica y siquiátricamente en la construcción de su género. Tienen que articular su femineidad y su masculinidad como si se tratara de un nuevo lenguaje. Deben manejar lo que ya tienen cada uno de ellos y cuánto tienen de ese lenguaje. El siquiatra es quien puede ofrecer mucha de esa información. Más tarde, el médico hace un análisis de hormonas; de estrógeno y testosterona. Indagan en profundidad la relación con el padre y con la madre y tratan de reconocer si solamente es una obsesión con lo femenino. A él(la) le pasaba. De día era hombre y de noche, en sus espectáculos, mujer. Sin embargo, no padecía el trauma de tener que estar siempre vestido de mujer o de creerse una de ellas. En un principio Lizza pensó que era solamente un transfortista y no un transgénero.

Añade que todo el travestismo sigue siendo una patología [para los psiquiatras]. No es así de sencillo y no hay que creerse el cuento. El médico es quién decide si se es un transexual, es decir, el verse como una mujer y sentirse como una mujer. Se tiende a despreciar el cuerpo y la ropa masculina. Si es afirmativo, se hace la cita con un médico para obtener la operación que les cambia de sexo. “Los que lo hacen casi nunca son gays. Resulta similar con las mujeres que se transforman en hombres. Algunas deciden quedarse con la vagina para poder mantener ovarios y orgasmos. Si se extirpa todo, las hormonas cambian y se transforma la sexualidad. Al transformarse, cambia el estímulo sexual y hay que crear un nuevo tipo de sexualidad. Hoy día hay muchas técnicas para hacerlo”.page3image4976

En los bares gays les ponen dinero en el seno a los performantes. Desde un dólar hasta cien dólares. Díaz-Lizza trabajó con “una” (un travesti) que usaba hormonas femeninas, por lo que ganaba mucho más que él. “Yo no uso hormonas para verme femenina. No me preparan la sangre para tener una piel femenina. No uso postizos, pero sí otras hormonas. Los senos me los hice pequeños. Tampoco me quité los genitales. En la cama soy un varón gay. A mí me persiguen hombres a los que les gustan las mujeres con pene. Eso me crea un problema”. Entre otros procedimientos, se ha puesto '"Voluma" para aumentar los pómulos; para la frente, usa bótox. Se ha arreglado los labios para hacerlos más gruesos. Se ha puesto, además, fibras de hormonas alrededor de los labios. Comenta que muchos travestis de la calle no están educados ni cuentan con dinero para su transformación física, de modo que cuando se transforman [por su cuenta] asumen el estereotipo de prostitutas, sin serlo (aunque, no todas). “Lo hacen porque no consiguen un trabajo regular en la sociedad, por lo que al final, se prostituyen”. Se les llama “drags” (2) o “lo que sobra de las mujeres” y dice con lástima que muchos de ellos viven de la prostitución y se convierten en víctima de los abusos en ese mundo dominado por la violencia de los hombres.
Su nombre artístico, Lizza Fernanda, proviene de Liza Minelli; y es hoy el nombre con el que se da a conocer dentro y fuera del escenario. En esos primeros años de performer travesti también hizo de Sherley Bassey, quien cantaba Goldfinger, canción de la película homónima, sobre James Bond. Luego hizo a Patti Labelle, personalidad muy admirada que conserva en su repertorio hasta hoy. Entre sus imitaciones más exitosas aparecen las de estrellas puertorriqueñas de la canción como Lucesita Benítez, Lucy Fabery o Sophy, como también las grandes divas de la canción iberoamericana. Para hacer sus personajes a veces realiza hasta “veinticinco horas de práctica” inicial [en ensayos, claro]. Pero eso lo hace en privado, en su casa. No acepta que nadie le dé instrucciones. Cuando quiere, se sale del personaje y se va “a beber alcohol”. Con el tiempo esa duplicidad desaparece y ya el personaje y él son el mismo; ya no se desdobla en la artista imitada.  Luis Felipe se transforma en Lizza, y Lizza en artista, cuando está en el escenario. Sin duda, entra en juegos teatrales y sicológicos de desdoblamiento personal que terminan fusionándose. Realidad y teatro se vuelven una misma realidad. “Siempre hablé teóricamente de la "otredad‟, la "diferencia‟ psicoanálitica (lacaniana y foucoultiana), y ahora las estoy experimentando en vida”. (Datos 20)

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Sobre la relación entre los travestis y el arte teatral dice que la mayoría de los travestis se mantienen en el escenario, aunque mucha gente afirma que el travestismo no es un arte. Algunos (3) “insisten en que soy artista porque me puedo desdoblar. Otros travestis me dicen que no soy artista porque no sigo instrucciones. Lo hago todo solo y a mi manera. Sólo uso ayudantes para vestirme. Yo planifico e improviso. Cambio lo que me parece. Y nunca he estudiado teatro”. Es decir, se auto-dirige, pero como tiene conciencia del arte, pensamos que hace teatro. Concluye afirmando que “yo vivo en un continuo performance: el del teatro y el de mi vida diaria”, con lo que concurrimos.

Luis Felipe Díaz nace en Puerto Rico, en el pueblo centroisleño de Aguas Buenas. Su familia se traslada al Área Metropolitana y de ahí a la ciudad de Chicago (1965), en Illinois. Así, vive lo que el dramaturgo puertorriqueño Luis Rafael Sánchez llama “la guagua aérea” o el flujo perenne entre Puerto Rico y Estados Unidos, con todas las consecuencias socioculturales que esto implica. Ya en Chicago, su maestra de transformismo fue “Miss Kitty”. Era un trans salvadoreño o como, me corrige, “salvadoreña”, que trabajó en el famoso bar El Cotorrito. (4). Se fue a Chicago y allá se hizo dueña del transformismo latino. Murió de SIDA. Ella fue la primera que le dijo a Lizza que era una artista y ya para 1983 lo integró a shows profesionales. Participó al principio en espectáculos que se hacían en sótanos o en sitios ilegales como parques, playas y espacios públicos en desuso. También había reinados. Cuenta que el/ella [Mrs. Kitty] era la presentadora porque “sabía hablar muy bien”“Iban bugarrones (5), maridos de algún participante” y otros diletantes del mundo gay, que a veces peleaban entre ellos. En ese tiempo Lizza trabajaba imitando a Lissette (6) con la canción Copacabana. Trabajó con Miss Kitty hasta principios del siglo XXI. Ella fue quien vio su transformación de hombre con bigote, a "mujer".

Chicago es un lugar muy adelantado respecto al desarrollo del mundo gay y del arte del travestismo. Allí surge la Escuela Le Batton (Gay Lounge), que es una institución gay dedicada a los espectáculos de travestis. Es ahí donde él adquiere su formación o, como dice, viene de esa tradición. Trabajan un estilo de travestismo en el que impera la elegancia y seriedad. “Cuando te presentas en el escenario debes demostrar que eres mujer, aunque no estés imitando a esa mujer artista en cuestión del momento. Es la imitación lo más realista [de su apariencia y su arte], aunque no te parezcas físicamente. Tu número debe estar bien doblado. La respiración debe ser exactamente igual”. A los veintiséis años hacía transformismo en parques y fiestas privadas en Chicago, pero lo hacía “como chiste”, diversión propia. Entonces entra en contacto con chicas de la escuela Le Batton, con quienes se prepara formalmente. Se observa, pues, que tiene conciencia del arte desde el principio. Dice que siempre resultaba difícil ser de las mejores, de las más femeninas. Recuerda que en Chicago los travestis están organizados y exigen los elementos teatrales que necesitan para su show como luces, música, etc. porque los números artísticos que presentan son de calidad. “Yo me preparo como otra mujer, no la mujer a la que imito. Barbra Herr (7) y Pantoja han visto como sigo bien la respiración de la cantante que persigo”. ¿Cómo lo hace? Explora, estudia, investiga para su vestuario, su pelo, su maquillaje (cejas y pestañas en detalle). Estudia cómo se pone cada elemento, hasta una simple línea de pestaña. Cómo se sigue la voz. Estudia para generar su arte. Como vemos, todo su trabajo, su preparación, se realiza con conciencia estética y teatral, por eso lo consideramos un artista.

Teatro y género

Nos parece que directa o indirectamente, los travestis estudian teatro. Su rutina incluye ensayos (exhaustivos, en el caso de Lizza Fernanda) y además, usan todos los códigos teatrales. “Los que no son artistas de genuino talento, fracasan y se retiran o se prostituyen porque necesitan dinero”, nos confirma el Profesor.

El nombre artístico que adquiere el Dr. Luis Felipe Díaz, nombre con el que se da a conocer hoy día dentro y fuera del escenario, es Lizza Fernanda. “Lizza Fernanda [como transgénero] nació hace siete u ocho años”, ya que se vio en la necesidad y el deseo de tener presencia femenina, total y todo el tiempo. Desde entonces prefiere que lo traten de mujer: "ella". Los espectáculos tienen nombre: Lizza Fernanda de noche, Noche de cabaret con Lizza Fernanda y otros. Los dueños del local donde se presenta son los que adjudican los nombres y títulos de los espetáculos. La gente va a seguir su proceso de artista tavesti, distinto al profesor. Le pedimos que nos describa uno y nos remite a su sitio de internet y a Youtube. Allí encontramos las noches de Kareoke en Tia MARIA (un bar), que recomendamos por ser fragmentos de espectáculos tan artísticos, como entretenidos.

En su autobiografía, Datos de Luis Felipe y Lizza Fernanda (9) Luis Felipe-Lizza relaciona su vida y su arte abiertamente: Yo era así, [...] híbrido; masculino y femenino a la vez, un mariconazo no sólo en la cuestión sexual, sino también en la de los cambios de aspectos genéricos. También era un artista, aunque no un actor de profesión. Eso de actor son palabras mayores y yo me consideraba un simple‟ performero (una artista sin adiestramientoprofesional, un artesano del arte de actuar). (Datos 19)

Luis Felipe, y no Lizza, desde ahí ha dejado atrás el personaje de Lizza. El, el varón, va haciendo el papel. Son juegos de desdoblamiento sicológicos y teatrales, como ya mencionáramos. El que actúa es Luis Felipe afeminado y no Lizza mujer. Antes de esta experiencia él no hacía movimientos como Lizza fuera de su espectáculo. Pero, desde que empezó a hacer teatro con Anamín es Luis Felipe como artista y ella (Lizza) como persona. Ahora, en esta etapa aún más complicada, vive “como si estuviera haciendo teatro” todo  el tiempo.

A la pregunta sobre cuándo descubrió su inclinación hacia lo femenino nos cuenta que ya de niño, en Cataño, tenía doble personalidad. Se sentía bien con ropa de varón, pero en su interior deseaba la de mujer. Se fijaba todo el tiempo en la ropa femenina. No obstante, no tenía atracción sexual por lo femenino. Lo veía como arte. Le gustaba maquillar. Arreglaba a las mujeres en las bodas. Dibujaba e imitaba a las divas de moda (Iris Chacón, Olga Guillot). En esos años le gustaba todo lo femenino. Por ejemplo, empezó y aprendió a hacerse cintura. El primer público en aplaudirle su travestismo fue su familia. Aun así, nadie creía que era verdad. Creían que tenía talento para eso y que lo que hacía era teatro (performance). Y él mismo lo creía, sobre todo, porque no se sentía mujer. De hecho, en su juventud salió con mujeres y alega que hasta los veintidós años no sintió atracción homoerótica.

“Eres un profesional universitario, académico respetable e investigador de excelencia. Tu primer mundo es la academia, el otro, el travestismo, ¿cómo compaginas esos dos universos tan distantes?”, le pregunto. Sonriendo nos dice que no son tan distantes. “Creo que en el fondo no he cambiado tanto. Ya todo estaba ahí en un conjunto de diversidad e hibridez”. (Datos 22) Pero a lo largo de décadas hemos observado cómo se dirimen públicamente su lucha interna, sus transformaciones, sus cambios identitarios y cómo ha logrado imponerse a la crítica, así como a la falta de aceptación de su entorno, hasta convencerlos de su nueva identidad, de su intelecto, de su sentido profundamente humano, dentro de la otredad. Aclara en su biografía:

Como Lizza sólo he cobrado vida en lugares públicos, pero no soy un drag queen ni un crossdresser o transformista cómica o payasa, como muchas de mis compañeras, especialmente las antiguas [...] No me maquillo o actúo para la parodia, como muchos otros transformistas. Me visto y arreglo como una diva muy atractiva y seductora, pero siempre seria y distinguida. ¡Distancia y clase [...]!”(Datos, 26).


Y culmina su reflexión diciendo que con la edad, se ve mejor de mujer. Cuando le pregunto sobre la literatura gay o la literatura queer en Puerto Rico afirma que ya se inició lo que él había augurado, un movimiento de literatura gay en todos los géneros de la literatura, especialmente entre los escritores más jóvenes. Podemos agregar que este fenómeno se da en todas las artes en el país, pensamos que por la influencia directa del movimiento artístico gay en Nueva York, que tanto se conoce en nuestro país. Sí, la literatura y el arte gay en Puerto Rico viven hoy su mejor momento.



¿Cómo lo ve su familia, la comunidad universitaria y cómo se ve a sí mismo en la

actualidad? Su madre sabía sobre su travestismo, pero no lo hablaron hasta cerca de su muerte. Siempre lo aceptó y él siempre la cuidó. Ahora se ve como un transgénero que es respetado por su trabajo académico, pero también en el ambiente del travestismo donde van los mejores travestis y ya se le considera una leyenda. La gente va a verlo y cuenta con un gran público que lo reclama. Por prohibición médica dejó de tomar alcohol recientemente. Su trabajo académico y sus publicaciones continúan y en este momento está escribiendo sobre una forma distinta, actual, de ver el Renacimiento, lo que esperamos que lo conduzca a un mayor reconocimiento de sus alumnos y colegas.

Resume su “ser” actual nuevamente en su biografía: “Del personaje cosmético y simple de los años 70 (de fiestas privadas y paradas gays), Lizza Fernanda fue desarrollando en los últimos quince años una compleja y propia personalidad, sobre todo algo distinta a la que mantenía como Luis Felipe”. (Datos 21). En la actualidad
[p]refiero, como Luis Felipe, pensar que soy un ser único, con la fortuna de poder desdoblarme sin complejos en otra identidad, ajeno a todo tipo de perturbación o patología. Se trata de un gran triunfo del Ser posmoderno y transgénero de quien ya se ha hablado [...] en el País. Lizza Fernanda es [era] mi nombre artístico y para ser un transgénero durante el día he tenido que superar muchas de sus cosas como el maquillaje exagerado, la ropa y las joyas de shows y cabarets. He tenido que aprender a vestir como una señora (profesor/a elegante en el diario vivir) y me falta mucho por aprender. (Datos 30)

A todos nos falta mucho por aprender sobre esta dimensión tan presente a la vez que tan marginada en la sociedad de hoy. A Luis Felipe-Lizza hay que agradecerle el valor de vivir y defender su identidad, aunque le haya tocado chocar con momentos de confusión.
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Artes & Humanidades Rosalina Perales
ISSN 1853 9904 Vol VI Ed. No 25 Septiembre 2017page9image5024


Notas
(1) Walter Mercado- reconocido astrólogo puertorriqueño, activo en la televisión latina por décadas; muy recordado por su apariencia y atuendo afeminados y excéntricos. Nada se ha dicho de su sexualidad, ni habría que hacerlo.
(2) Drags o dragas- término despectivo para referirse a los hombres travestidos que llevan la ropa femenina, de forma exagerada.

(3) Anamín Santiago- actriz, dramaturga y activista puertorriqueña muy conocida.
(4) El Cotorrito- centro nocturno puertorriqueño que inauguró Johnny Rodríguez para espectáculos de travestismo con alta calidad, en la década del sesenta.

Bugarrón- también, bujarrón; se refiere al no afeminado dentro de una pareja.
(6) Lissette- cantante cubano-puertorriqueña muy popular entre la juventud en las décadas de los sesenta y setenta.
(7) Barbra Herr- travesti puertorriqueña; una de las más conocidas y longevas 
drag queens de Nueva York y Puerto Rico.

(8) Lucesita: reconocida cantante puertorriqueña por su extraordinaria voz.

Bibiografía

(1) Datos de Luis Felipe y Lizza FernandaDe 1976 a 2012, http://postmodernidadpuertorriquena.blogspot.com/2012/04/datos-de-luis-felipe-y-lizza- fernanada.html. Sábado 14 de abril de 2012, en (Post) modernidad puertorriqueña, Blog de Luis Felipe Díaz
(5) B
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