Mayra Santos Febres
Presentación del Dr. Luis Felipe Díaz
En esta ocasión Naria C. Celis y Juan Pablo Rivera son los editores de Lección errante. Mayra Santos Febres y el Caribe contemporáneo, publicado por Isla Negra Editores el año que acaba de pasar (2011). Como sugiere el título se trata de una bien elaborada edición, tanto en forma como en su contenido, sobre la obra de la ampliamente conocida escritora, Mayra Santos Febres. En las tres secciones del corpus el texto (“Una mujer Licí”a”, “El Caribe errante” y “Saberes. Lecciones del cuerpo”) obtenemos los ensayos que los editores se proponen destacar, cual muestras de los mejores trabajos que en los últimos años se han escrito sobre Mayra Santos. Encontramos en estos ensayos mucho de la crítica postestructuralista y postcolonial, la cual ya no parece ser la del “pasó don Juan por su casa”, pues se trata de una crítica que comprende y compromete ya la base del pensar contemporáneo. Aunque a varios lectores hoy día no les interese tanto las últimas hermenéuticas y epistemologías traducidas desde la subalternidad y el otro en el sentido deconstruccionista, postestructural y semiológico, tal parece que hasta ahora dominarán mucho del discurso académico, y cuyo decir y opinar tiene bastante que ofrecer sobre nuestros escritores más destacados en cuanto a su capacidad de captar y representar la complejidad simbólica de nuestro entorno. No se trata de que la crítica de los analistas insista en lo postestructuralista sino de que la mirada de los escritores mismos en su quehacer literario es de similar índole.
La muy lúcida “Introducción” nos presenta de manera ensayísticamente didáctica y transparente la obra de la Mayra Santos. Pero no sin antes prestarle atención en la portada a la mujer que, en señal de un plácido dormir bajo una sábana blanca, y que tras anudar la nítida cubierta en su sexo, y cubrir sus senos con una de las cubiertas manos, nos deja la sensación de que contemplamos a un sujeto en estado de cómoda suspensión, y a la vez del deseo dialéctico de permanecer y escapar, de retener el goce del cuerpo un poco más, como el no desear levantarse por la mañana, el retener las mayores energías posibles para la acometida que espera (la errancia), pero siempre mostrando el contorno del cuerpo, de la piel que se adhiere a la sábana, o tal vez a un lienzo o página escritural de la portada misma cual cronotopía que de lo que la protege y la retiene a la vez. Es la segunda piel, la que tanto se ha adherido a nuestro ser y nos retiene o nos anima, y que tanto le ha interesado tanto a Mayra Santos. Tal vez no sea tanto la piel racial, sino la superficie del ser en el sentido sico-social u ontológico de la identidad de la mujer o del sujeto en la sociedad y la cultura. Todos somos cubiertos en el libro por una plácida sábana que no queremos abandonar pero de la que nos debemos despojar en el proceso del casi iniciar el despertar o del viajar en el soñar. Es una metáfora que bien le cabe a la escritora, como a los jóvenes editores de este libro que se inician en el mercado del libro y la crítica literaria.
La división de los ensayos en tres partes señalan la capacidad de los escritores en manejar la cronotopía del ser, de la individualidad de la obra de la escritora en cuanto sujeto vivencial y su capacidad de representar. Inicialmente obtenemos “Presentación. Una mujer Lucí’a”, sección en la cual desfilan los discursos de Debra Castillo, Carmen Oquendo Villar, Annette Pasapera y Rubén Ríos Avila, quienes nos dan la idea de arranque, de lo lucía y la lucidez de “la primera celebridad negra de las letras latinoamericanas” (p. 17). Es la presentación inicial del libro a la obra de esta distinguida escritora nuestra que se presenta en el umbral de una generación a otra, a otra época y que lucha por representarse mediante el arte en toda su lucidez de errante que se reconoce en el traspasar.
La segunda parte, “Espacios. El Caribe errante”, nos conduce al espacio de ese sujeto que conocieramos en la primera parte, mostrándonos los ámbitos ya de estructura superficial como de estructura profunda, de los feminismos y sus sexualidades insubordinadas, de la vida familiar del sujeto queer como Sirena, de voyeur al voyant de la sexualidad clandestina de la promiscuidad de la modernidad caribeña, de las heterotopías del poder y el deseo, de la fluctuación transgresora y la deconstrucción como posibilidad metonímica de una nueva escritura caribeña. Se destacan espléndidamente la voces de Rodost Rangelova, Irune del Río Gabiola, Rosana Díaz Sambrana, Nadia V. Celis y Margart Shrimptom.
La tercera parte del texto, “Saberes. Lecciones del cuerpo” no lleva a la lírica de Mayra en cuanto saber y sabor, a la poética de la errancia en la modernidad en el aspecto del proceso de la tortura y ética de la narrativa negrista y como alegoría de la multitud, a la fe disfrazada y la complicidad del deseo transgresor. Se trata de ensayos que acusan (al igual que muchos de los de las primeras dos partes) el deseo de encuentro de nuevas formas de explicar los parajes (los lenguajes) más complejos del hablante implícito que nos revela el discurso de Mayra Santos Febres y que resulta tan necesario para mantener la academia más entretenida, entusiasmada y ocupada en lo que es su deber: el pensar riguroso en la cultura postcolonial y postmoderna en sus pliegues híbridos dentro de la modernidad y otros nombres que tanto nos animan y emocionan y que escritores como Mayra nos exponen muy bien y por ello les prestamos tanta atención. Juan Pablo Rivera, Elvira Sánchez-Blake, Guillermo Irizarry y Kissy B. Arce son los ensayistas críticos de esta tercera parte que me parece la más interesante y de artículos de mayor complejidad.
El interés de estos críticos por trascender el discurso ya trillado de la crítica sobre la obra de Mayra Santos (el que iniciamos algunos en los años 90) es notable y admirable en la mayoría de estos ensayos. Logro de los editores es el haber quizás motivado a los ensayistas a agenciar lo más posible un discurso crítico que no abrume con citas y erudición innecesarias, aunque las fichas bibliográficas son muestra de gran destreza en estos aspectos de saber bien documentado. Gracias a todos, pues de eso se trata después de todo.
No avisa la “Introducción” misma, de lo que será la última parte del libro: la conversación-entrevista que realizara Nadia V. Celis, a Mayra Santos en 2008 (“Apéndice: Mayra Santos Febres. El lenguaje de los cuerpos caribeños”). En la misma la entrevistadora extrae con sus pertinentes preguntas mucho del insumo de la visión de la escritora sobre sí misma y de su obra en el contexto de una errancia genérica, ideológica y personal. Todo fluye destacando el sentido racial y escritural (el de la poesía, la narrativa y el ensayo), la subalternidad, los nuevos lenguajes y la inaugural escritura puertorriqueña, la cultura oral y la escrita, el cuerpo, la sexualidad y la ideología en su sentido otreico, diferenciado, deconstruccionista, el Caribe colonial como también el postcolonial, el feminismo en su alcance más avanzado, el imaginario y el simbólico cultural en general. Las respuestas de la escritora aportan información de gran espesor para los estudiosos en general de la obra de esta singular artista y pensadora, y no sólo de los críticos eruditos y pedagógicos sino para los lectores de la obra mayrana en general. Como sabemos, Mayra ha logrado atraer no sólo al lector académico de amplias exigencias exegéticas sino al lector más liviano, el que lee por el simple placer de la lectura.
Corroboramos un vez más mediante la entrevista, que no sólo estamos ante una escritora muy en control de los lugares comunes de sus propias metáforas y de sus parajes escriturales, sino de una pensadora y analista de las letras caribeñas, hispanoamericanas en general y de escritores y pensadores del ámbito no solo local y caribeño sino internacional. Se une Santos en este aspecto a los creadores y pensadores postcolonialistas, como Antonio Benítez Rojo, en el reconocimiento del latido y sonoridad del mundo Caribeño como expresión diferenciadora del sujeto de esa translocalidad y la palabra antropofágica de la escritura misma, además de ella como sujeto inmerso en ese mundo real y virtual. Se denota rápidamente una escritora que ha traspasado las fronteras del lenguaje incluso ochentista de nuestros escritores y que enuncia con un sentido transnacional en sus aspiraciones como creadora (y que como sabemos muy bien, lo ha logrado). Se destaca además su saber-vivencial del mundo de la santería, lo cual resulta en una aportación muy valiosa y necesaria en el divisar de mucho de nuestra identidad, la cual, en otros como quien aquí les habla, se manifiesta más bien por medio del espiritismo (pues cuando niño me consideraban una mediumnidad [?] (aunque salí no tanto una espiritera sino una travesti, ahora transgenérica, que sigue siendo postmarxista, lacaniana y atea).
Similar a la feministas más actuales como Julia Kristeva y Rosi Braidotti, se distancia Mayra Santos con plena consciencia de lo que ha sido el canon falogocentrista occidental, haciendo incluso referencia a su valoración diferenciada de la literatura de su mundo del hispanismo y comparatismo académicos y lo que fueron hasta hace poco las tradicionales interpretaciones de obras como La Iliada y La Odisea. Entre varias cosas insiste también la narradora y poeta nuestras en su particular interés por mostrar y resaltar, tras la carnavalización y el goce del maraqueo y el bailoteo, el dolor más allá de la ya reconocida estrategia caribeña de la alegría (de la bregadera, con la cual no parece coincidir tanto).
Nos advierte Mayra a finales de la entrevista en la necesidad de abrir las puertas para dejar escapar una imaginación más fluida, para abrir grietas que cedan a la errancia y la hibridez fragmentada, para que “los textos pueden moverse en el mundo y otra gente pueda entender los códigos caribeños que estamos tratando de traducir, para que entren en el imaginario del mundo. Para que sea uno más, un referente mas…” (264). A su entender, todo esto es mucho de lo que hemos venido haciendo desde hace tiempo aunque se le adjudique ahora a Zizek y a los estudios globales. Demos la Bienvenida la invitación de Mayra Santos Febres a seguir abriendo puertas en la casa caribeña nuestra. (Luis Felipe Díaz, Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, 19 de febrero de 2012, Centro Sila María Calderón, Río Piedras).
L. F. Díaz en el salón de clase. Literatura Puertorriqueña II
(foto de Alberto Sandoval)
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