lunes, 18 de febrero de 2013

Tirano Banderas de Valle Inclán



Tirano Banderas
de Ramón María del Valle Inclán

Por Luis Felipe Díaz

Departamento de Estudios Hispánicos
Universidad de Puerto Rico, Río Piedras
Notas para Espa 3212 y Espa 4222. Literatura  Española II y Literatura Hispanoamericana II
(Tomado de varias fuentes de libros y sites tradicionales (ver Sílabo de Espa 3212, 4222, SJEG. UPR).


Ramón María del Valle Inclán (1866-1936)

La estructura narrativa de Tirano Banderas (1926) se nos presenta en cuadros fragmentados, relatos pequeños y capítulos muy desiguales. Se filtran, a través de los mismos, y mientras se nos relatan los eventos que llevan a la caída final de un tirano, el compromiso social del autor y su virtuosismo literario vaguardista. Desde varias imágenes de ciertos espacios, se nos expone a un protagonista, y varios otros personajes, hilvanados como actantes, dentro de ámbitos inconexos. Las acciones, se desatan de manera quebrada, y avanzan, armando capítulos, cuyo hilo argumentativo, también se yuxtapone de una manera sumamente fragmentada. De esa manera, el escenario que puede resultar de la lectura, es de una pesadilla surrealista que muestra intermitentemente el acoso que ejercen fuerzas adversas, de manera muy confusa y calculadamente desorientadora. Sobresale en todo ello la comicidad de un narrador que celebra lo patético de la situación de huida que queda revelada mediante el protagonista y varios personajes inmersos en un desafortunado carnaval novelesco. 
     La obra anticipa, postpone y se retrotrae a gusto, desarticulando así las nociones cronotópicas del narrar tradicional (del manejo del tiempo y del espacio). Dos fuerzas que terminan encontrándose cobran relieve: la de los revolucionarios y la del tirano. Pero por encima de todo, la pugna es relatada desde la mirada del sujeto enunciante (el autor implícito) que observa un espejo de figuras y acciones deformadas y esperpénticas (mediante un “otro” acosador y/o perseguido). Se lleva así al lector a considerar con extrañeza lo acontecido en el contenido y en lo formal del discurso literario, lo cual resulta sumamente complejo para la comprensión tradicional de quien lea. No es una novela realista, sino meas bien de una modernidad cubista y surrealista. Con este proceder narrativo el autor puede incluso desafiar las expectativas interpretativas del lector más diestro de su época (incluyendo en ello a los críticos del arte literario).
     Se requiere entender lo siguiente: Valle Inclán proviene del contexto socio-cultural de la “crisis de fin de siglo”, de la primera guerra mundial, del gobierno dictatorial de Primo de Rivera (1923-1931), de los gobiernos dictatoriales latinoamericanos de inicios del siglo XX, de la crisis ideológica de fin de siglo XIX y principios del XX, del paso del Realismo crítico y del Modernismo rubendariano al Vanguardismo de las primeras dos décadas del siglo XX. De 1902 a 1923 se había impuesto en España el gobierno de Alfonso XIII (que continuó el desarrollo industrial posterior a la guerra de 1868), la Primera República de 1873 y la Restauración de los años '80. El surgimiento de la sociedad industrial impulsaría en España las condiciones para la creación de una cultura moderna, de letrados interesados en el pensamiento crítico, del cual Valle Inclán, miembro de la ‘Generación del 98’, sería parte, como modernista primero y luego como vanguardista. Pero el desarrollo del proletariado, del socialismo y del pensamiento crítico se articulan en todo tiempo refrenados en ese tipo de sociedad burguesa, liberal y conservadora a la vez. Por su parte, la mayor parte de los escritores forman una fuerza disidente que proclama la búsqueda de energías liberadoras de las contenciones de una sociedad conservadora políticamente en general y que no evoluciona en su proceder religioso e institucional, que sigue siendo particularmente católico. No obstante, en la sociedad española de las primeras dos décadas se dio mucho al debate contra-culturalista y varias disidencias contra los poderes oficiales del Estado y la iglesia. Pero el gobierno republicano de 1931 a 1939 terminó provocando los temores (huelgas de la izquierda, decisiones reaccionarias del Poder oficial) que llevaron a la aparición del general Francisco Franco en 1936 y el triunfo de fuerzas ultra-derechistas. Mucho de ello fue previsto por Valle en sus obras de las primeras décadas del siglo.
     Pero si ubicamos la novela Tirano Banderas dentro de la literatura hispanoamericana debemos tomar en consideración, además, lo siguiente. Y es que por otra parte, la incorporación Latinoamericana a las sociedades capitalistas, no tanto industriales sino de tipo agrícola y minero, reclamaron el pedido de préstamos para la compra de maquinaria y materiales necesarios para la producción (que no era exactamente de tipo capitalista, o de un proletariado organizado como en Europa). Los países del primer mundo dominaron grandes empresas y manipularon la política con sus cónsules y las estructuras económicas y políticas que permanecieron bajo el control del Estado (los extranjeros y las oligarquías nacionales). Los países Latinoamericanos se convirtieron así en enclaves de producción (con una economía de dependencia del capital extranjero) según modelos capitalistas, pero para servir a terratenientes ricos sin consciencia (ni historial) de procesos democráticos necesarios para el desarrollo de la producción (de una pequeña burguesía y proletariado organizados, como en España). Se expresaba entonces una marcada diferencia en la sociedad debido a la pésima distribución de riquezas, la cual permanecía en las manos de unos pocos (algo similar ocurría en España y ello lleva a la dictadura de Rivera y luego de Franco). Para Valle el mal conducente a la dictadura no es sólo de Latinoamérica sino que es parte de la España misma
     Tirano Banderas es producto de este contexto. El principio y final de la obra son prueba de una unidad que encierra a los personajes en una acción significativa y problemática causada por un tirano que encarna la maldad en una sociedad del tipo arriba señalada. Mas esa unidad queda al finales de la obra en una quebradura ya que no se sabe si realmente ha triunfado la justicia. Así la obra antes que cíclica es fractal y de un espiral descendente. Ese espiral lleva al lector a considerar cómo el autor (incluso con su personaje de la maldad, el propio Tirano Banderas) enfrenta la violencia y la muerte, la libertad como fenómeno abismal y profundo en que el ser para la muerte es tanto para el amo como para el esclavo, para el vencedor como para el vencido. Se nos da a entender, mediante tanta violencia que encontramos en la novela, que se es mortal en la medida en que se habita en la cercanía de la muerte, en el dolor, en lo que acerca a lo inconmensurable que rodea el existir del Ser. No sólo Tirano Banderas se ocupa de "jugar a la ranita", sino que todo ser humano lo hace de una manera u otra. Todo estos recursos colocarían a Valle Inclán en la cúspide del pensamiento que aún se expresa en escritoras de fines de siglo XX, como Julio Cotázar, Carlos Fuentes, García Márquez. Carmen Boullosa y Roberto Bolaño.
     La acción se desarrolla en menos de cuarenta y ocho horas, entre el 1 y el 2 de noviembre (días de los muertos y los santos). Se presentan así pistas de interpretaciones extraliterarias de un autor que mantiene un gran distanciamiento narrativo (por medio del esperpento (la deformación) de referentes obtenidos de la revolución social. El proceder discursivo resulta heteroglósico, múltiple, en un texto delineado con la intervención constante del narrador en lo que está contando, pero sin acudir al ensayismo o interrumpir la mímesis. Se demarca en la obra, paso a paso, el argumento del avance de unos revolucionarios que vencen finalmente al tirano. Pero no se trata de una obra panfletariamente pro-revolucionaria, pues los procesos se problematizan en la obra misma. No podemos asegurar que el autor crea finalmente en el triunfo de la revolución y la caída de la tiranía, a finales de la obra. Tal vez sea, como propone la obra metonímicamente, de la entrada en un juego como el infinito mismo y sus constantes juegos en movimiento.
     En la trama de la obra, Filomeno Cuevas, un criollo ranchero, arma a sus peonadas y las organiza para luchar contra Santos Banderas, Presidente de la República de Tierra Firme. La insurrección de los criollos se debe al descontento existente en el pueblo contra el gobierno del tirano que rige cruelmente para beneficio de los poderosos. En la revolución participan indios, algunos criollos, un grupo de intelectuales y algunos militares, entre ellos el Coronel Domiciano de la Gándara, compadre de Santos Banderas. Filomeno prepara la revolución, sorprendiendo a Banderas, y defendiendo una causa justa: la libertad del indio oprimido. Pero nada de esto se presenta de manera realista o romántica. En este sentido el personaje se parece a Demetrio en Los de abajo, de Mariano Azuela (obra que Valle pudo haber leído).
     A Santos Banderas lo apoya la colonia Española, que ve afectados sus intereses económicos con la Revolución. Esto contribuye a aumentar el desprestigio de España en Santa Fe de Tierra Firme (un lugar común en la América tiranizada). El Cuerpo Diplomático instalado en la República ve con malos ojos la tiranía que ejerce el tirano, pero no desea ceder sus intereses en la República, por lo que presiona (sin éxito) a Santos Banderas para que cese la tiranía y sus adversas consecuencias. Banderas, la Colonia Española y el Cuerpo Diplomático persiguen cada uno sus propios intereses y se apoyan o atacan según convenciencia propia. Banderas, por su parte, es el peor actante en que se sustenta la corrupción social. 
     Pero el interés en ofrecer una situación ideológica, arropada por un gran empeño estético, es más que evidente. Afán de la obra es presentar una gran metáfora de la maldad en un tiempo incierto y en un espacio desorientador y desconcertante (burdeles, tabernas, cárceles, antros de juego y fiesta, campanarios, calabozos). No se trata sólo de la situación de los revolucionarios de México, sino del mundo que le era contemporáneo al autor español de tiempos de dictadura y de la situación anterior y posterior a la Primera Guerra Mundial. El efecto pragmático del texto radica en ofrecerle al lector moderno una mezcla de efectos de pesadillas humanas pero animalizadas, de risas mezcladas con horror, desorientación espacial y temporal, perplejidad e incertidumbre ante el mundo y su devenir. El manejo de los espacios ofrece explícitamente sus simbologías, no así las nociones de las significaciones profundas en el manejo del tiempo, de las cuales hablaremos a finales de esta presentación.
     El Coronel Domiciano de la Gándara es aficionado a la bebida. En una de sus frecuentes borracheras rompe vasos y utensilios en un quiosco donde también acude Tirano a jugar "a la rana". La dueña denuncia al Coronel de la Gándara y Tirano Banderas manda apresarlo para sentenciarlo. Esta sentencia la realiza Santos Banderas delante de todos sus seguidores en el quiosco. El licenciado Nacho Veguillas es uno de los confidentes de Santos Banderas. En un momento libre acude a un lenocinio en el que también se encuentra a Lupita la Romántica y al Coronel de la Gándara. Lupita la Romántica ha sido hipnotizada y utilizada como medium por el Doctor Polaco. Por efectos de la hipnosis descubre la sentencia contra el Coronel de la Gándara sin que Nacho Veguillas diga nada. Lupita comunica a Domiciano de la Gándara la sentencia que pesa sobre él y éste huye. Se pasa al campo enemigo; Zacarías lo conduce hasta el rancho de Filomeno Cuevas. Este hecho da lugar a una serie de injusticias y muertes.
     Al huir Domiciano entra violentamente en la habitación de un estudiante, salta por la ventana de éste, para escapar de la guardia de Santos Banderas. El estudiante es conducido a la prisión de Santa Mónica acusado de complicidad con el Coronel de la Gándara. Después, tras escapar de la habitación del estudiante, el Coronel de la Gándara se dirige a casa de Zacarías y lo convence para conducirlo al campo de insurrectos; éste no lo lleva hacia la sierra donde tienen el cuartel los militares sublevados, sino al rancho de Filomeno Cuevas. La policía acude a casa de Zacarías para apresarle, por ayudar al coronel. Al no encontrarlo detienen a su mujer, una india muy joven, y dejan al hijo de ésta abandonado en la casa. Cuando Zacarías vuelve no encuentra a la india y descubre al niño muerto devorado por los puercos. Jura vengarse. Averigua que ha sido descubierto por Quintín Pereda, un prestamista español que extorsiona a los indios. Lo busca en su tienda y lo mata violentamente, lo arrastra después de muerto desde su caballo, y con los restos del hijo muerto se presenta en el rancho de Filomeno para unirse a la insurrección. Peor imagen ante la crueldad de los hijos no se podría dar para dar incapié al proceso canivalesco y bestial que arropa a esa sociedad.
Las sospechas de haber comunicado la sentencia y haberlo dejado escapar recaen sobre Nacho Veguillas, quien es conducido a prisión en Santa Mónica. Allí se encuentra encarcelado el jefe de la oposición D. Roque Cepeda, un personaje grandioso dentro de la novela. Tirano Banderas, para evitar enemigos y congraciarse con el Cuerpo Diplomático, acude a la prisión de Santa Mónica, da orden de libertar a Don Roque Cepeda, lo llama posteriormente a su residencia y negocia con él una tregua. Don Roque, aunque no confía en Tirano Banderas acepta y hace creerle que ha sido convencido. En la cárcel, un indio prisionero en la batalla de Zamalpoa, relata a los demás presos la crueldad de Tirano en aquella zona.
Entretanto ha llegado el día marcado por Filomeno para atacar por sorpresa el cuartel general de Tirano Banderas. Son las fiestas de Santa Fe de Tierra Firme. Los peones de Filomeno y de otros rancheros criollos irrumpen por las calles y casetas de la feria, alborotando, incendian un convento —sin hacer daño a nadie, esas eran las ordenes de Filomeno, y habiendo hecho salir previamente a todas las monjas, atacan la cárcel y arman a los presos y todos juntos y por sorpresa caen sobre el cuartel de Santos Banderas. El Tirano es abandonado por todos sus colaboradores. Al verse acorralado y perdido, mata a su hija Manolita (Cronos devora a sus hijos), una demente, para que no sea deshonrada por sus enemigos. Al asomarse a una ventana de su cuartel (desde donde siempre vigila) es acribillado a balazos. Su cabeza es expuesta en la Plaza y su cuerpo repartido por los cuatro puntos cardinales del país.
Ramón del Valle-Inclán (1866-1936) es uno de los mayores representantes de la Generación del 98 en España y posteriormente es un vanguardista (a modernist, en el sentido amplio y europeo), creador, sobre todo, de la técnica conocida como esperpento. Se trata de una técnica literaria del expresionismo que rompe con el realismo literario y pictórico del siglo XIX e incluso con las técnicas de escritores avanzados de su propia generación del 98, como Unamuno, Baroja, Azorín.  Tirano Banderas es incluso una irrupción dentro del discurso neo-realista que domina la novela Latinoamericana para los años 20 (Doña Bárbara, Don Segundo Sombra, La Vorágine).
Valle Inclán ya había comenzado estas técnicas con sus novelas llamadas Sonatas (1902-1905) y luego de manera muy compleja mediante su obra de teatro, Luces de Bohemia (1922). Coincide en gran medida con las ideas de José Ortega y Gasset (“La deshumanización del arte”, 1925) en que se concibe cómo la novela moderna privilegia la forma sobre el contenido. Mucho de esto coincide con las ideas “modernistas” de los principios del siglo XX en Europa. También se relaciona indirectamente con las teorías de los “formalistas rusos” como Viktor Shklovski (1883-1984)y Mijail Bajtin (1895-1975), de las primeras décadas del siglo XX (detrás de todo ello están las teorías lingüísticas de Ferdinand de Saussure (1857-1913), que privilegian el significante sobre el significado) y que destacan el signo y su estructura  sobre el contexto social. Este proceder artístico lo logra Inclán principalmente con las técnicas formales del esperpento que tanto cultivó progresivamente (la deformación del referente convencional) a lo largo de la creación de sus obras desde fines del siglo XIX. Tales ideas provienen de su deseo de romper con el realismo del siglo XIX y su apego a las ideas Vanguardistas (cubismo, surrealismo, dadaísmo) ya desde fines del mismo siglo.
     El esperpento se caracteriza como lenguaje articulador de una farsa trágica o tragedia grotesca en que los héroes, proyectados como en un espejo concavo, se ven deformados y degradados. El autor mantiene, en la creación de la obra, una mentalidad matemática pero dispar y segregada (cubismo). De esa manera lo veía ya Valle en su obra Luces de Bohemia en que presenta los espejos cónvavos del callejón del Gato: “Los héroes clásicos han ido a pasearse en el Callejón del Gato… Los héroes clásicos reflejados en los espejos cócavos, dan el esperpento… Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo, son absurdas”. Se añade a esto la visión de títeres, de seres grotescos (animalescos) en una farsa, en un constante carnaval del absurdo, donde se inmiscuyen los tradicionales tópicos humanos del amor, el poder, la religión (el ritual), la muerte, el arte, la nación, el tiempo, pero de manera deformada, simultánea y deforme.
     En la proyección extradiegética de los personajes (el narrador ve desde afuera) es donde major se expresa esa técnica de deformación carnavalesca, pues el autor ve los personajes desde arriba (en cuanto al punto de vista). Veamos: “Tirano Baderas, en la remota ventana, era siempre el garabato de un lechuzo” (11); “Tirano Banderas, sumido en el hueco de la ventana tenía siempre, el prestigio de un pájaro nocheriego…” (21). Se trata de un efecto irónico mediante la cual el narrador abiertamente expresa su sátira deformadora (bestial) ante el personaje, quien no le simpatiza por su significación del mal. Y este narrador lo realiza desde una perspectiva afuerina (extradiegética), sin meterse extensamente en las complejidades de la psiquis interna como en la novela psicológica del realismo anterior y de la época del propio Valle Inclán. A la misma vez la capacidad metafórica logra penetrar en la consciencia de los personaje, ofreciéndole al lector pinceladas de los estados emocionales (psíquicos). Se trata de una nueva técnica narrativa (y teatral) tanto en Latinoamérica como en España. Si bien el esperpéntico Tirano observa desde arriba (desde el panóptico de una ventana), termina por lo bajo; algo similar a lo que ocurre en Los de abajo (1915), novela en que se invierten los roles de los bandos en pugna y donde se presenta igualmente un “bestiario nacional”. La novela de Azuela se esmera en crear una imagen de la desgracia del otro subalterno, hasta el final, mientras que Valle se esmera e presentar la desgracia de un anti-héroe como  mito social, de una identidad actancial del poder oficial, en cuanto al mal en su expresión domoniaca universal, a la vez que particularmente latinoamericana.
     La novela fue un éxito de venta en España en solo tres meses a pesar de la innovación y la dificultad que presentaba para un lector tradicional acostumbrado al neo-realismo, a lo psicológico o a un vanguardismo más moderado. Todavía el público prefería novelas realistas como las de Benito Pérez Galdós (1843-1920) y veía el teatro realista de Jacinto Benavente (1866-1957) y en Hispanoamérica se preparaba para las lecturas de La Vorágine (1924), Don Segundo Sombra (1926) y Doña Bárbara (1929). (La lírica es otro cantar). Obra española de gran complejidad un poco antes fue Niebla (1914) de Miguel de Unamuno (1864-1936), preocupada por el sentido trágico de la existencia, pese a que no se presta a la deformación de lo representado. Se trata de una novela española, también de rupturas formales y filosóficas que mantiene una narración fluida con un argumento fácil de seguir por el lector tradicional, poro que se ve sorprendido a finales de la obra por la intervención del autor en la trama. Algo similar ocurre con la novela Los de Abajo de Mariano Azuela (1873-1952) en México, que pese a sus rupturas con la narrativa tradicional naturalista y modernista sigue siendo neo-realista, y ofrece sus señales de la vanguardia literaria.
     Tirano Banderas, por su parte, se puede considerar como una expresión suprema del vanguardismo, dada a la deformación y a lo grotesco de su proceder estético. Escrita cuando ya Valle tenía 60 años y había ensayado y practicado muchos de los rasgos esperpénticos en sus obras anteriores. Valle Inclán portó a la cultura Latinoamericana esta magistral obra de una considerable complejidad y belleza desde el punto de vista literario. La novela posee toda la ideología y el exotismo hispanoamericanos de la revolución, y toda la brutalidad concentrada de un tirano y sus secuaces, a quienes obtiene el autor, para su representación, no solo de la realidad hispanoamericana sino de la sociedad española también (en 1923 se da un golpe militar en España). Valle Inclán conocía tanto la dictadura española como la hispanoamericana y las llevó metafóricamente al arte literario. Pero su preocupación principal en la obra (Tirano Baderas), después de perseguir lo ideológico de la dictadura, es el lenguaje mismo, como en casi todos los vanguardistas y contracucturalistas de principios del siglo XX.
     Se trata de una novela excepcional y única en el momento literario en el cual se escribió, considerada con frecuencia como una de las obras maestras de Valle-Inclán y de la época. (Si el inglés tiene con James Joyce su Ulises en 1924, la lengua hispana posee su ícono en Tirano Banderas de 1926). Sobre el trasfondo de las dictaduras y las grandes revoluciones del siglo XX, Inclán crea una narración en la cual el protagonista subalterno es el pueblo (el indio americano), y el tema central radica en la agresión del ser humano ante el ser humano mismo. En ese sentido sigue el pesimismo de la narrativa de la dictadura y la tiranía en Latinoamérica (que vemos desde “El matadero” (1838) de Esteban Echevarría, Facundo (1845) de Domingo Faustino Sarmiento, Amalia (1851) de José Marmol). Pero obras como Tirano Banderas fueron escritas más bien para letrados y lectores cultos y no para los lectores comunes de la clase media, que ya existían (la cultura de masas) y preferían narrativas más livianas y menos complejas. Fueron la fama de Valle, lo novedoso y lúdico del lenguaje, el tema de la revolución, aspectos principales que llevaron a la aceptación de la novela. La destreza de un creador ya maduro le permite escribir una obra tan compleja y a la misma vez tan coherente y con gran sentido de audaz arquitecto del discurso novelesco (como Gaudi). En una ocasión nuestro autor dice: “El sentido trágico de la vida española solo puede darse con una estética sistemáticamente deformada” (escena duodécima de Luces de bohemia).
     En el contenido amplio de la obra, un imaginario país (un lugar común), Santa Fe de Tierra Firme, vive sometido a la dictadura del general Santos Banderas, hombre cruel y tiránico, al que se enfrentan unos alucinados románticos y visionarios con aires de redentores místicos y también lo complacen unos alcahuetes. A través del proceso esperpentizador, Valle denuncia y fustiga un sistema político que rebaja la condición humana a niveles de animalidad y brutalidad extrema. Pero el auténtico prodigio de Tirano Banderas se deposita en la lengua empleada, la cual desarticula y deforma ante todo un sistema social sin sentido y sin coherencia. Valle Inclán es en el fondo un nietzcheano, aunque siempre mantuvo ataduras al ideal socialista de la España Republicana (ver Blanco Aguinaga).  Creía en la revolución Mexicana, en la República Española y en el comunismo que se iniciaba en la Unión Soviética (1917). Hay en la obra un sentido de constante y eterno retorno a lo mismo, a lo fragmentario del ser y la sociedad. Tal vez por eso se infiere que todo al final de la obra retornará en una vuelta al mal.
     El lenguaje de la obra se revela lleno de americanismos (y hasta castellanismos), de una enorme fuerza expresiva que alcanza una cumbre de creatividad verbal muy moderna, castellana y americana, manejada desde lo fragmentario y la ironía amplia y total (el final mismo es irónico). Como la historia no discurre de manera lineal y se construye mediante una calculada disposición de secuencias, se van aportando fragmentos de la acción conducentes a un conjunto que el lector debe reconstruir. Se trata de un tratamiento que responde a una visión deformadora de la realidad, una especie de expresionismo que, en la original formulación de Valle-Inclán, depende del manejo de la recepción y la participación más activa del lector. El argentino Julio Cortázar (1914-1984) luego llevaría esto al extremo en su novela Rayuela (1963).
     Tirano Banderas encabeza la lista de grandes títulos del siglo XX que han abordado la figura del dictador en la literatura posterior. Después le seguirán obras como El Señor presidente (1946; escrita antes) de Miguel Angel Asturias, El recurso del método (1974) de Alejo Carpentier, El otoño del patriarca (1974) de Gabriel García Márquez, Yo El Supremo (1974) de Augusto Roa Bastos, La Fiesta del Chivo (2000) de Mario Vargas Llosa, y muchas otras. En el género del drama destacada es La pasión según Antígona Pérez (1968) de Luis Rafael Sánchez.
         Valle-Inclán conocía la América hispana desde su primer viaje a Méjico en 1892. En 1910 realiza otro viaje, esta vez a América del Sur con la compañía teatral Guerrero-Mendoza. En 1921 recibió una invitación del gobierno mejicano para visitar el centenario de la independencia. Estos viajes ultramarinos le permitieron conocer desde adentro a América; sobre todo después de un tercer viaje, que fue el más significativo, ya que se debió a una invitación del gobierno mejicano, a través del famoso escritor y diplomático Alfonso Reyes. El presidente Álvaro Obregón (gobernó de 1920-1924) le ofreció su amistad y respeto. No cabe duda que Valle-Inclán se informaría de la Revolución mejicana y de las secuelas de la dictadura de Porfirio Díaz (1830-1915), así como de la oportunista presencia e intervención de la colonia española en ese País. En ese sentido, no es un escritor dado a ideologías de los poderosos, sino que mantuvo todo el tiempo distanciamiento irónico y se indentificó con el “otro” oprimido y subalterno. De ahí que su novela sea tan otreica frente a los discursos oficiales de la época, tanto en contenido como en lo formal. La propia vida de Valle Inlcán fue la de un extraño marginado, lo cual queda completamente revelado en Luces de Bohemia (1922)
     La novela fue dividida por el autor en siete partes, un prólogo, y un epílogo. Cada parte está segmentada en tres libros, salvo la cuarta, que lo está en siete, y cada libro en pequeñas secuencias. Esto le confiere a la novela una inmensa posibilidad representativa (para ser adaptada al cine y al teatro), por la facilidad para acoplar las escenas y por la carga trágica que la obra lleva consigo como imagen poderosa, profunda pero muy clara en su critica esperpéntica a la sociedad oligárquica. El prólogo es como una premonición de lo que será la caída del Tirano. Nos presenta a dos personajes que tendrán parte muy importante en ella: Filomeno Cuevas, criollo ranchero, y Domiciano de la Gándara, Coronel del ejército de Santos Banderas, ya en el bando revolucionario. El epílogo confirma lo profetizado por Filomeno Cuevas: el ataque por sorpresa a Santos Banderas consuma su derrota. A la estrategia sugerida por Filomeno, se une la deserción de los militares del bando de Banderas. Todo esto aparece presentado de manera muy elíptica y metonímica, como los cuadros de Picasso, por ejemplo. Para A. Risco (La estética de Valle Inclán) hacia finales del siglo XIX y principios del XX soplan por toda Europa aires esperpénticos, un ambiente pesimista de maquinación y pérdida de la humaidad individual que lleva a los artistas a la protesta (Kafka, Pirandello, Apollinaire adoptan parecida postura a Valle (Madrid: Gredos, 1968, p. 105). Para Guillermo Díaz Plaja nuestro autor sigue la vía irónica de Quevedo y Goya (Las estéticas de Valle Inclán, Madrid: Gredos, 1965).
     El Prólogo y el Epílogo tienen un ritmo narrativo muy rápido, lo cual permite que no se entienda del todo ese Prólogo a primera vista (hasta la parte cuarta no se le encuentra conexión con el resto) y —que la caída del Tirano sea al final precipitada. Pero las siete partes en que se divide la novela también guardan entre sí relación y proporción. En las tres primeras partes se nos presentan todos los personajes y se nos dan los datos del problema: Tirano Banderas, y el pueblo sublevado en gran parte, a pesar de la represión férrea; uno va al encuentro del otro. La cuarta parte es central, la más importante y la de mayor extensión y funge como clave del cerco que presenta la novela. Cuenta detalladamente la fuga del Coronel de la Gándara y su paso a los setores sublevados; presenta a Filomeno Cuevas, hombre importante en la derrota del tirano al arriesgar su vida y hacienda, armando a sus peones y uniéndose a otros rancheros con la misma idea (algo que veremos en novelas posteriores como El Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias). Zacarías el Cruzado se venga de Pereda (tirano a pequeña escala) matándolo, con lo que se anuncia simbólicamente la muerte del gran Tirano de la República.
     En las partes V, VI y VII se nos cuenta la historia de los sublevados de Zamalpoa por un indio que luchó en ella. Se descubren los efectos de la tiranía: cárcel y presos políticos. Luego se nos presentan los juegos de los diplomáticos para presionar sobre Santos Banderas y el dominio que éste intenta ejercer sobre el diplomático español, D. Mariano Isabel de Queralt, y el Jefe de los revolucionarios, D. Roque Cepeda. Mientras que Tirano Banderas juega a la rana se producen los primeros brotes de la revolución que acaba con su vida. La tiranía es presentada como un juego en sí misma.
     La estructura de la obras es ajustada, casi como las cuentas de un rosario, en un cerco, cuenta a cuenta, que culmina con la muerte del tirano, como anti-Cristo desplomado en su iconicidad desde la vigilante ventana al mundo, por el pueblo revolucionario. Se nos presenta la novela completamente cerrada, no sólo por el enmarque del Prólogo y el Epílogo que al enlazar uno con lo otro imposibilita añadir nada más en el encierro, sino también por su arquitectura proporcionada —la extensión y compresión de sus partes— y la muerte final de Santos Banderas. El novelista ha querido que el protagonista se presente como un arquetipo del mal finalmente vencido (aunque no necesariamente se aniquile el Mal).
     En cuanto al tiempo narrativo, los acontecimientos ocurren en dos días de santidad y muerte unidas. También dentro de la estructura hay que considerar la postura del autor. Valle Inclán no es un escritor omnisciente del realismo tradicional; no sabemos nunca lo que por completo o linealmente piensa un personaje ni sabemos su quehacer y pensar cronológicos y amplio. El autor nos presenta los personajes mediante un narrador con sus palabras cargadas de metáforas esperpénticas, incompletas e irónicas. La novela es más de fragmentos y trozos que de un todo, una imagen de cómo veía la realidad, incluso la revolucionaria (una metonimia de la realidad; la parte deformada de un todo).
     El autor se resiste a exponer juicios de valor acerca de los personajes, tal y como se realiza en el realismo. Pese a sus opiniones dispone que ellos mismos se manifiesten cómo son a través de sus palabras y acciones, pero todo filtrado por su criterio esperpéntico. La imagen amplia de la acción en la novela resulta construida mediante un lenguaje y discurso de lo quebrado y lo animalesco. Tal pareciera que toma una cámara cinematográfica para enfocar a los personajes, paisajes y sucesos pero a capricho del manejo de la lente, que se acerca y se aleja sin continuidad sino más bien con intermitencias.  Y lo realiza tomando en cuenta un estilo cubista, impresionista, esperpéntico, que desdice lo que muchas veces ocurre en el plano social (como en Los de abajo).
     Tirano Banderas se presenta como una momia indiana perseguido por el verde de la coca en su saliva: “por donde en la comisura de los labios tenía siempre una salivilla de verde veneno” (11). La naturaleza, sin embargo, puede ser muy atractiva y laboriosa”, “La llama de sol encendía con destellos el arduo tenderete de azoteas encastillado sobre la curva del Puerto” (165); “luna clara, nocturnos horizontes profundos de susurros y ecos” (3), “El sarrillo luminoso de un faro giraba en el horizonte. Embarcada la gente, zarpó el pilebote con silenciosa maniobra. Navegó la luna sobre la obra muerta de babor, bella la mar, el barco marinero” (9). Se trata de expresiones que fungen como poemas casi vanguardistas; a pesar de que a fines del siglo anterior el poeta comenzó con versos modernistas, al igual que sus primeras novelas (en las cuales ya se ven rasgos de ruptura y juegos narrativos en búsqueda de otros estilos y expresiones).
     La localización de la república de Santa Fe estaría cerca del Ecuador, pero en realidad es una cronotopía ficticia con tiempo novelado de 42 horas en un lugar más parecido a México. Cabe identificar tres intrigas en el tiempo: la problemática del indio con Santos Banderas, representada por Zacarías el Cruzado; la intriga del criollo expuesta por el elocuente doctor Sánchez Ocaña, el guerrillero Filomeno Cuevas y don Roque Cepeda (el ranchero) y la intriga de los extranjeros mostrada por el ministro de España, el Barón de Benicarlés, el ricacho don Celestino Galindo y el empeñista Quintín Pereda. En el prólogo el autor nos cuenta  sobre los preparativos para el asalto final y de esa forma la acción novelada aparece en una visión retrospectiva y atada desde un principio con lo narrrado. Es una nueva cronotopía vanguardista en la literatura y el escenario de la revolución mejicana se le presentaba muy idóneo para ello.
     En cuanto a los personajes, Santos Banderas, Presidente de la República de Santa Fe de Tierra Firme, se le conoce como Tirano Banderas, General o Generalito Banderas, Glorioso Pacificador de Zamalpoa, Chingado Banderas, Banderitas y Niño Banderas. Es el personaje principal y quien da título a la novela, abre y la cierra la obra y resulta en el eje narrativo. Esto se articula sin opacar el lenguaje o el discurso novelesco que resulta en verdad el actante principal más destacado.  Sabemos muy poco del tirano, solo que tiene una hija de 20 años, a la que trata con ternura, y que había luchado contra los españoles en el Perú. En su actuación en la novela es cruel, supersticioso, triste, impasible, y a la vez astuto.
     Don Roque Cepeda es líder de la oposición electoral contra Santos Banderas. Valle tomó este personaje de “don Pancho”, Francisco I. Madero, y esto es así puesto que tanto en la historia como en la ficción se trata de un criollo adinerado que se erige en líder de la oposición y en redentor del indio.
Filomeno Cuevas, criollo es un ranchero que encabeza e inicia el ataque armado contra Santos Banderas en Santa Fe. Su representación en la realidad política de Méjico apunta a un tal Álvaro de Obregón.
     Don Celestino Galindo (don “Celes”), es una personalidad de las finanzas, e intelectual de la Colonia Española. En en la realidad histórica apunta a Telesforo García, don “Teles”, abogado, fundador de periódicos en la colonia española: “La Libertad, El Centinela español”.
Domiciano de la Gándara, coronel, arquetipo de militar levantisco, bravucón y borrachín. Encarnaría a alguno de los generales que anduvieron vacilantes de un bando a otro durante la revolución mejicana.
Doña Lupita es una antigua rabona o soldadera del Séptimo Ligero en el que sirvió Santos Banderas y ahora sirve al Tirano.
     Lupita la Romántica, pupila del prostíbulo (congal) de Cucarachita la Tarecena, compañera nocturna del licenciado nacho Veguillas y se le representa como médium dotada de poderes telepáticos. Mediante ella se expresan muchas ideas trastemporales y transespaciales de la obra.
Quintín Pereda: “El honrado gachupín” (la ironía es clara) es un empeñista que causa la muerte del hijo de Zacarías el Cruzado, al denunciar a la mujer de Zacarías, por el asunto de la tumbaga (sortija) del coronelito de la Gándara y prototipo de los demás gachupines de Santa Fe de Tierra Firme.
El Barón de Benicarlés: Queralt y Roca de Togores, Mariano, Isabel, Cristino, barón de Benicarlés, Ministro Plenipotenciario de su Majestad Católica es: “Lucio, grandote, abobalicado, muy propicio al cuchicheo y al chismorreo, rezumaba falsas melosidades”. Representante del decadentismo europeo en una perdida república tropical americana; un hipócrita e inepto profesionalmente al servicio de los intereses de las grandes potencias; de antigua nobleza española, pero de pésima catadura moral. Aristócrata decadente y homosexual, cuyo amante es un bailarín llamado Currito Mi-Alma. En esta parte se denota la homofobia del autor; y en la representación de la mujer se trasluce su androcentrismo propio de los tiempos. En cuanto a aspectos de geenero la novela no es nada revolucionaria; no se le puede exigir tal.
     Doctor Sánchez Ocaña, famoso tribuno revolucionario, que vierte en su discurso los tópicos oratorios de la época.” ¡Héroes de la libertad! ¡Mártires de la más noble causa! ¡Vuestros nombres (…) fulgirán en las páginas de nuestra Historia!”. Así se pronuncia ante los cadáveres arrojados al mar, que ya rechazan los tiburones, hartos de tanta carne revolucionaria.
Zacarías San José: “A causa de un chirlo que le rajaba la cara, era más conocido por Zacarías el Cruzado”. Epítome de la situación de injusticia del indio y sin pretenderlo desencadena la revolución contra Santos Banderas, ayudando al coronelito de la Gándara, ejecutando al empeñista Quintín Pereda y por participar activamente en la revolución.
     Por lo que respecta al lenguaje ningún personaje tiene una oferta de origen real pues adoptan un discurso imaginario, artificial, vanguardista, que no es decir de un solo sitio en particular. Es una síntesis de todas las hablas hispánicas y conforma una base neutra y de voces de uso corriente en casi todas las repúblicas de Hispanoamérica. También hay americanismos inventados por Valle-Inclán con voces achulapadas y de jerga. Los diminutivos, coronelito, generalito tienen un significado sarcástico propio del esperpento y del vanguardismo. En una entrevista Valle Inclán dijo: “En cuanto a la trama pensé que América está constituida por el indio aborigen, por el criollo y por el extranjero. Al indio, que tanto es allí alguna vez presidente como de ordinario paria, lo desenvolví en tres figuras: Generalito Banderas, el paria que sufre el duro castigo del chicote y el indio del plagio y la bola revolucionaria, Zacarías el Cruzado. El criollo es tipo que, a su vez, lo desenvolví en tres: el elocuente doctor Sánchez Ocaña, el guerrillero Filomeno Cuevas y el criollo encargado del sentido religioso, (…) don Roque Cepeda. El extranjero también lo desenvolví en tres tipos: el ministro de España, el ridículo don Celes y el empeñista Quintín Pereda”.
     Atendiendo a los tres estamentos sociales que Valle cita, la novela desarrolla tres significados con entidad propia.
1. El indio, que aparece representado por la cadena causal iniciada por la borrachera del coronelito de la Gándara y la orden de arresto dictada por el Tirano, lo que traerá como consecuencia la clausura del congal (prostíbulo) y la triste historia de Zacarías el Cruzado.
2. Tema del criollo, que es el núcleo de la segunda cadena causal iniciada por la orden de arresto del coronelito de la Gándara y de don Roque Cepeda. El coronelito se adhiere a la revolución armada tramada por Filomeno Cuevas.
3. Tema del extranjero, que sería la tercera cadena causal dedicada a los sucesos y personajes del cuerpo diplomático, en especial aquellos sucesos relacionados con el Barón de Benicarlés y la Colonia Española representada por don Celes Galindo.

El propósito estilístico está más que logrado con la originalidad en el uso del lenguaje y la manipulación vanguardista del discurso narrativo, con matices modernistas (en parodia) y contraculturalistas, y además un adelanto del “realismo mágico” (donde ocurren cosas extraordinarias y cotidianas a la vez) de la novela moderna hispanoamericana.
     Al final de la novela vence la revolución, pero no se predica necesariamente el triunfo de la justicia a pesar de que el tirano muere acribillado. La caída de Santos Banderas no anuncia la aparición de una nueva autoridad democrática. Sólo aparece una oposición capaz de acabar con el tirano, pero no con la tiranía. Hay una alusión a la repetición del caudillismo español que volverá a darse. Pero a pesar del juego formal y literario que hay en Tirano Banderas, (como "jugar a la ranita") y su noción de la inexistencia de un posible final de justicia, Valle Inclán creía que “Hay que lograr primero una justicia social” (p. XX). Desde 1923 España estaba gobernada por un gobierno dictatorial (Primo de Rivera) y Tirano Banderas era también una referencia indirecta a su país donde tampoco triunfó la justicia en esta época de luchas de principios del siglo XX y que culminaría con Francisco Franco y su dictadura en 1936. Según Emma Susana Sparatti Piñeiro (La elaboración artística en Tirano Baderas, México: El Colegio de México, Fondo de Cultura Económica, 1957) en Tirano Baderas hallamos una especie de eternidad, de constancia en un tiempo ininterumpido que convierte la obra en “un absurdo satánico” (71), pues miestras Dios está en la eterna quietud y la belleza suprema, Satán borra eternamente su huellas sobre el camino del tiempo. Coexisten en la obra el presente el pasado y el futuro como una suma de hechos que ocurren simultáneamente, “el infinito tiempo del hombre que no ha querido ver sus responsabilidades (72). Para Susan Kirkpatrick, Tirano Banderas:

"Es, esencialmente, una visión apocalíptica de la historia, en la que la única transición aceptable es la del momento que explota haciéndose eternidad, así como la violenta envoltura de Tirano Banderas estalla haciéndose holocausto revolucionario. Pero esta concepción, al negar valor y hasta existencia al proceso temporal, a la continua evolución en la historia, necesariamente reduce también la posibilidad de una elección moral a un presente que no tiene ninguna certeza de poder dar forma o afectar al futuro, como la conversión de Marco Aurelio en la cárcel. Y así sentimos en esta novela, en cuanto estructura significativa total, que la trascendencia de la acción concertada y moral de individuos como Filomeno es, en última instancia, negada, a pesar de la evidente simpatía con que son tratados".

Curioso resulta que el tirano en la obra El reino de este mundo (1949) de Alejo Carpentier, a finales  queda desolado, pese a los pajes homosexuales que lo complacen, y se suicida: "Casi no se oyó el disparo, porque los tambores estaban ya demasiado cerca. La mano de Christophe soltó el arma, yendo a la sien abierta. Así, el cuerpo se levantó todavía, quedando como suspendido en el intento de un paso, antes de desplomarse, de cara adelante, con todas sus condecoraciones. Los pajes aparecieron en el umbral de la sala. El rey moría, de bruces en su propia sangre." (edición de la Universidad de Puerto Rico, con prólogo de Federico Acevedo, 1994:112). Se trata en fin de un arquetípico anti-héroe que procede de la muerte, vive de la muerte y se consume en su Poder con la misma, finalmente. Cree que siempre ha de vencer en el juego que gana (en ocasiones) el camino de la violencia que trae la satisfacción del sufrimiento (de negar el Ser) del otro, del nosotros.

(He empleado la edición del Editorial Planeta (Barcelona, 1994), editada y con una Introducción de Juan Rodríguez). Ver Sílabo de Espa 3212 y Espa 4222 para otras referencias bibliográficas consideradas en este trabajo.
Ve De Susan Kirkpatrick, “Tirano Banderas y la estructura de la historia”, http://codex.colmex.mx:8991/exlibris/aleph/a18_1/apache_media/I47VSLVASIS3A9R91GTNLGY1G9F34L.pdf. Además: de Emma Susana Sperasti Piñero, La elaboración artística en Tirano Banderas (México: Nueva Revista de Filología Hispánica IV, 1957; Manuel Bermejo Marcos, Valle Inclán: Introducción a su obra (Madrid; Ediciones Anaya, 1971).

Ver mi libro Eros y violencia en la novela hispanoamericana del siglo XX (San Juan: Isla Negra, 2015) para una versión más atinada y ampliada con notas al calce.

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